La escritora mexicana Alma Delia Murillo (Ciudad Nezahualcóyotl, 1979) ha lanzado su más reciente novela titulada Raíz que no desaparece, una obra que busca humanizar y dar voz al profundo dolor de miles de familias que buscan a sus seres queridos desaparecidos en México.
A través de personajes como Ada, una madre buscadora, Murillo presenta historias marcadas por la pérdida, la incertidumbre y la lucha constante. En la novela, las protagonistas escriben cartas, sueñan con árboles y siguen pistas que aparecen incluso en lo simbólico, como una forma de mantenerse cerca de quienes ya no están físicamente.
El libro se basa en la dura realidad que atraviesa México desde hace años. Se calcula que más de 130 mil personas han desaparecido en el país desde 2007, una cifra que sigue aumentando. “Solo entre noviembre de 2024 y hoy, el número de desaparecidos creció en casi 10.000 personas”, comentó Murillo en una entrevista con BBC Mundo.
La autora, que acompañó a madres buscadoras durante jornadas de rastreo e intercambios personales, señala que la novela nace desde la rabia, pero también desde la necesidad de encontrar un lenguaje que vaya más allá de los informes oficiales y las estadísticas. “Este país está siendo dinamitado por la brutalidad. No se puede contar sin dolor lo que pasa. Pero creo que necesitamos escribirlo, leerlo y llorarlo, porque eso nos humaniza”, afirmó.
En la novela, Murillo decidió incluir no solo hechos duros, sino también elementos poéticos y emocionales. Los sueños, los árboles que parecen hablar, y las cartas a los desaparecidos permiten crear un espacio distinto, donde la memoria y el amor siguen presentes.
Además, recuerda que este dolor no es abstracto: “En marzo, en Jalisco, se halló una fosa con miles de prendas y objetos. Se creó una página web para que las madres pudieran identificar una mochila, un par de tenis, una chamarra… como una forma de reconocer a sus hijos”.
Con Raíz que no desaparece, Alma Delia Murillo no solo narra una tragedia, sino que busca generar empatía y comprensión. “Ojalá que al leerla podamos acercarnos a lo que viven estas familias. Y si toca llorar, que lloremos. Porque eso también es una forma de actuar”, concluye.